¿De qué espíritu somos?

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¿Gobernados por la ira de nuestra concupiscencia o por el celo santo y misericordioso del Espíritu de Dios? por Víctor Ñancucheo

¿Gobernados por la ira de nuestra concupiscencia o por el celo santo y misericordioso del Espíritu de Dios?

Y sucedió que cuando se cumplían los días de su ascensión, El, con determinación, afirmó su rostro para ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de El; y ellos fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos. Pero no le recibieron, porque sabían que había determinado ir a Jerusalén. Al ver esto, sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma? Pero El, volviéndose, los reprendió, y dijo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois, porque el Hijo del Hombre no ha venido para destruir las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea. (Lucas 9:51-56 LBLA).

No saber de qué espíritu somos es causa de imprudencias y negación de la práctica misericordiosa, pues, se promueve la venganza, el castigo sin la misericordia y sin la gracia de Dios. No saber de qué espíritu somos evidencia no estar en armonía con el Espíritu de Dios, su proceder, sus intenciones y pensamientos, también, de la carencia de la comprensión de la perfecta voluntad de Dios, porque él llama a pecadores al arrepentimiento (5:32) y Jesús vino a salvar lo que se había perdido (19:10), vino a redimir y eso debemos tener presente siempre, aun si somos rechazados y despreciados por los demás, por eso, es necesario autoanalizarnos y ver qué realmente está guiando nuestras acciones, diálogos, actitudes, decisiones, entre otros.

Esto abarca en todo aspecto, por ejemplo, en la política, ciertos hermanos se enfocan más en promover su posición política y defender sus intereses que, en promover el trabajo activo de la paz como el Señor Jesús mandó (Mateo 5:9). Se defienden y atacan con tal actitud de contienda, soberbia y estigmatizan a otros hermanos que no compartan su misma posición política, sea de derecha o de izquierda, centrando la fe solo en un aspecto de la política, dejando en evidencia su yugo desigual con las tinieblas. 

Es tal ese espíritu recalcitrante que se puede observar, sobre todo, quienes se inclinan a posiciones extremas que, pueden justificar sin cargo de conciencia ciertas dictaduras, matanzas, al oportunista político de turno, la violencia verbal y de actitud, el racismo, la expropiación, la xenofobia, la explotación, el aborto, el abuso de menores, la avaricia, el despotismo, etc., y es lamentable que no disciernan o no quieran aceptar que, no saben de qué espíritu son, pero eso es por dar un ejemplo específico y simplificado, porque no son todos los hermanos así, además, de ser un tema más amplio. 

El punto es, cuando no discernimos qué es aquello que está influenciando nuestras motivaciones y deseos.

Podemos estar sin darnos cuenta, procediendo en contra de la voluntad de Jesús con sed de venganza y en contiendas innecesarias, estamos inclinados a un celo extremo, cegados con nuestra propia justicia y no estemos atendiendo a la voz de Dios apropiadamente, lo cual, es característico de estar en yugo desigual con las tinieblas, porque se relacionan entre sí ese yugo (la amistad con el mundo) con las pasiones desordenadas (Santiago 4:1-4). Es increíble, pero es real que estas conductas vengativas están relacionadas con obras de la carne y se cree erradamente que, si procedemos así estamos enemistados con el mundo y somos de Dios, pero no nos damos cuenta que, precisamente eso es comportamiento mundano al fin y al cabo. Tal vez, más de alguno estamos así, por lo que, ¡Debemos reaccionar!

Debemos comprender bien que somos principalmente seguidores de Jesús y que el Espíritu Santo produce un fruto, contrario a la venganza y lo relacionado con obras de la carne. Solo Dios es apto para vengarse (Romanos 12:19), porque él es el justo juez por excelencia y quién conoce todo.

Estamos llamados a ser conformados a la imagen y plenitud de nuestro Señor Jesús (Efesios 4:13), si él reprendió a sus discípulos en su momento, porque estaban dejándose guiar, tal vez, por sus impulsos vengativos o no sabían bien qué los estaba impulsando, pero lo real es que, no era conforme a la voluntad de Jesús en esos momentos, entonces, ¿Por qué será que reflexionamos tan poco en esos pasajes bíblicos? ¿Por qué será que justificamos los escándalos, los conflictos y tal manera de proceder contra los demás?

Es hora de detenerse y enfocarnos para identificar qué actitud predomina en nosotros, de qué manera nos comportamos con los demás, qué tipo de pensamientos y peticiones deseamos en el momento, medir nuestras acciones, deseos y palabras. ¿Cómo procedemos, con venganza, con condenación o con misericordia y humildad? 

Este asunto se incluye en todas las áreas de nuestra vida, aun cuando estemos predicando y en cómo nos relacionamos con los demás.

Conclusión

El Señor es bueno y este momento es crucial para reaccionar. Y ahora, las siguientes preguntas para concluir y reflexionar:

  1. ¿Sabemos de qué espíritu somos?
  2. ¿Nos guiamos por el Espíritu de Dios o por nuestros impulsos pecaminosos?

La paz del Señor Jesús sea en nuestra vida. 

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